jueves, 10 de diciembre de 2015


Lidia en Cielos de papel

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La última novela de Ángeles Ibirika se ha hecho esperar. La anterior, Días de lluvia, se publicó en 2013, y ya tenía ganas de volver a reencontrarme con esta autora de novela romántica. Ahora que lo he terminado, tengo ciertos sentimientos encontrados, lo que no significa que no me haya gustado sino, más bien, que le cambiaría la etiqueta de novela romántica porque es mucho más que eso.

Matthew, un reconocido jugador de béisbol de los Yankees de Nueva York, llega a Katmandú con la determinación de cumplir con una misión a la que está ligado por una promesa. Una vez allí, su primer intento de llevar a cabo su objetivo se ve frustrado y acaba siendo atendido en el hospital donde Claudia trabaja como médico. Para seguir con sus planes tendrá que recuperarse y aprovechar la ayuda que ella pueda proporcionarle, lo que alargará su estancia en un lugar cuya cultura y tradiciones son completamente diferentes a las que él conoce. 

Un refugio en Katmandú nos lleva a hacer un viaje a la capital de Nepal, a conocer su cultura, muchos de sus mitos y lugares sagrados. Es una novela bien documentada que consigue transportarnos durante su lectura a un lugar lleno de contradicciones, de costumbres milenarias y sensaciones. De la mano de la autora he recorrido sus calles y poblados, recreando olores, colores y sabores. Me ha sorprendido conocer el papel de la mujer nepalí, la importancia de pertenecer a una determinada casta o posición social y cumplir con las arraigadas tradiciones.

Por eso creo que el hecho de etiquetarla como novela romántica induce a error ya que, para mí, la trama amorosa queda en un segundo plano cuando lo protagonizan personajes que desde un principio tienen claras sus prioridades y los caminos que desean seguir: Matthew quiere cumplir su promesa y desaparecer, Claudia permanecer en el lugar que ella considera su hogar. 

"Durante unos segundos, los dos permanecieron en silencio, observando la algarabía que formaban mujeres, niñas y agua helada.
—La vieja Shyam asegura que nadie debería ser jamás dueño de un espíritu libre —dijo al fin Gordon—, y que Claudia es un espíritu libre."

Destacaría la luz con la que la escritora ha dotado a los personajes secundarios, pero sobre todo al de Claudia. Un personaje firme, de fuertes convicciones, absolutamente transparente y desprovisto de dobleces. Como contrapunto, Matthew irá despejando sus sombras a medida que vamos conociendo sus intenciones y desprendiéndose de las capas de protección que él mismo se ha impuesto.

Considero más que acertada la elección de la portada, con una referencia clara a la fiesta de Holi, porque creo que transmite el espíritu de la novela. Paradojas de la vida, justo unas semanas antes de su publicación, Nepal sufrió una de las peores catástrofes naturales a las que se ha enfrentado: un terremoto de cuyas consecuencias tardarán años en recuperarse. Es difícil no pensar en ello cuando, después de leer esta obra llena de sentimientos, de compromiso y detalle, sientes que has viajado hasta allí de la mano de la autora y te has prendado de la magia de aquel lugar exótico, extraño, lejano y fascinante.